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15 de junio de 2014

Historia de China: resumen y desarrollo

HISTORIA DE CHINA: RESUMEN Y DESARROLLO

Resumen:
EL PAÍS
China, uno de ¡os países más grandes del mundo, se halla surcada por cuatro grandes ríos: el Blanco, el Amarillo, el Azul y el Rojo, que fertilizan sus extensísimos valles y permiten en ellos inmensas aglomeraciones de habitantes.
El sur del país es muy caluroso y bien regado: produce arroz, y moreras.
El norte, en cambio, es muy frío en invierno y caluroso en verano, apto para el cultivo de todos los cereales.
EL PUEBLO
Los chinos pertenecen a la raza mongólica o "amarilla", y son originarios del centro de Asia. Las primeras noticias que se tienen de sus orígenes se remontan al año — 2000, cuando China era un pequeño reino a orillas del río Amarillo. Luego los emperadores fueron extendiendo las fronteras hacia el sur, en dirección al río Azul, durante muchos siglos, pero a medida que el país se agrandaba se introducía la anarquía entre los jefes militares y los grandes señores feudales.
Hacia el año —220 el emperador Chin-Hoang-Ti centralizó el gobierno y dio comienzo a la "época clásica", que duró 400 años. Fue la más bri­llante de la historia de China.
Luego, a partir del año 200 de nuestra era comenzaron las invasiones extranjeras, sucediéndose los hunos, los turcos, los mongoles y los manchúes, hasta que hace poco tiempo, en 1912, una revolución convirtió a China en República.
LA CULTURA
Políticamente, el país ha sido siempre regido por emperadores absolu­tistas considerados "Hijos del Cielo", y ayudados en sus funciones por grandes señores o "mandarines".
  Socialmente, el padre de familia tiene mucho poder. Toda la vida social del pueblo se basa en el culto a los antepasados.
  Muy religiosos, los chinos son, con todo, materialistas y escépticos. Sus tres cultos principales no son en realidad religiones sino "códigos morales":

   El confucianismo es la creencia de la mayoría y se basa en el culto a los antepasados y el respeto al prójimo.
   El taoísmo, religión de la minoría, predica el amor a la naturaleza y a la vida frugal y sencilla.
   El budismo, importado de la India.

  El arte chino nos ha dejado magníficos aunque frágiles palacios y pa­godas, y dos monumentales construcciones: la Gran Muralla y el Canal Imperial.
La cumbre artística china la constituyen sus incomparables sedas y porcelanas.
  La ciencia de los chinos fue muy alabada en toda la antigüedad. Ellos fueron los inventores del papel, de la imprenta, de la brújula y de la pólvora, muchos siglos antes que los europeos.


"Si sabes tan poco de la vida, ¿qué podrás saber de la muerte?" En esta frase del más grande de los maestros de China se halla resumida toda la filosofía práctica de estas inmensas masas de hombres que forman la cuarta parte de la humanidad.
Contrariamente a sus vecinos los hindúes, obsesionados por los problemas del más allá, la preocupación china consiste en resolver el dilema de su vida: hallar el arroz de cada día.
La India es el país del sacerdote, del brahmán; China lo es del sabio. Buda fue un monje; Confucio, un ordenador de los placeres de la vida. El primero predicó el ascetismo; el se­gundo, la cortesía. La India legó a la humanidad el álgebra y los números; China, la pólvora, Los hindúes inventaron el ajedrez; los chinos, la brújula para moverse sobre la tierra...

DESARROLLO
Sumario
I.        El País: Ríos, zonas, clima, producciones
II.       El Pueblo:  
 Tiempos heroicos: Señores feudales
 Época clásica: Dinastía Chin
Decadencia: Hunos, turcos, mongoles, manchúes
III. La Cultura:
Organización social: La familia
  Religión: Lao-Tsé Y Confucio
  Artes:
 Arquitectura
Escultura
Artesanía: Seda, Porcelana
Literatura
Invenciones
Matemáticas
Astronomía

 I.   El País
En el extremo este del continente asiático se halla el vastísimo territorio de China. Con sus 11 millones de kilómetros cuadrados de superficie, puede contener dentro de sus fronteras todo el continente europeo.
Este inmenso país está surcado por cuatro grandes ríos que nacen en el centro mismo del Asia, en la meseta del Tibet, y vuelcan sus aguas en el Pacífico.
Los dos del centro, el Hoang-Ho o río Amarillo y el Yang-Tsé-Kiang o río Azul, se cuentan entre los más grandes cursos de la tierra, prin­cipalmente este último, con sus 5.000 kilómetros de longitud, 35 de ancho en su desembocadura, y navegable en más de 500 kilómetros.
Estos gigantescos ríos, así como los otros dos, el Pei-Po o río Blanco al norte, y el Si-Kiang o río Rojo, al sur, recorren extensísimos valles y con sus crecientes periódicas van fecundando los inmensos campos que constituyen el corazón de la China. Por ello no debe extrañarnos que desde un principio toda la población se haya establecido en los terrenos aluvionales de la costa. Aún hoy, allí se aglomeran centenares de millones de hombres formando las mayores concentraciones huma­nas del globo.
De hecho, en la desembocadura de cada uno de estos ríos han flo­recido las ciudades más grandes del país: en el río Blanco se halla la imperial ciudad de Pekín; sobre el río Amarillo se fundó Singan-Fu, la primera capital de China; en el río Azul, Nankín, asiento de la mi­lenaria corte imperial; y en el río Rojo, Cantón, el mayor centro comercial del país.
- El norte de China, a partir del río Azul, es una inmensa llanura reseca, cubierta de una capa de limo amarillo de muchos metros de espesor. De clima extremo, muy frío en invierno y demasiado caluroso en verano, se presta muy bien para el cultivo de los cereales, princi­palmente trigo, algodón y centeno.
El sur, en cambio, de clima invariable, es una comarca de colinas cubiertas de una capa aluvional de greda roja. Es. mucho más fértil que la anterior, y como cuenta con numerosos ríos, constituye la región ideal para el cultivo de los grandes productos chinos, el arroz y el té, así como también de muchos otros: la caña de azúcar, el maní y el algodón. Es además la patria de la morera y asiento de la gran industria de la seda.

II.  El Pueblo
Los 700 millones de chinos que hoy habitan este inmenso país for­man parte de la gran familia mongólica o amarilla, junto con sus hermanos de raza los japoneses, malayos, esquimales, finlandeses, turcos y húngaros.
Se cree que provienen del centro del Asia y que desde allí, empu­jados tal vez por los arios, hacia el año 3.000 iniciaron la "marcha hacia el este". Atravesaron el gran desierto de la Mongolia hasta las fuentes del río Amarillo y remontándolo llegaron a los ricos terre­nos aluvionales de su desembocadura. Allí se establecieron esos pri­meros clanes haciéndose sedentarios, luego de dominar a los primitivos ocupantes de la región. Allí también sobre el río Amarillo, y por obra de su primer caudillo Yao, comenzó su organización política.
Su historia. Las crónicas chinas hablan de centenares de reyes emparentados con los dioses, que gobernaron el país durante miles de años. La verdad es más modesta. Sólo podemos creer que hacia el año 2.200 todos los clanes y principados del valle del río Amarillo se unieron en un solo reino, bajo la autoridad del primer emperador Ya. Con él comenzaron las dinastías imperiales que, hasta hace poco tiempo, se sucedieron en el trono de China.
Tiempos Heroicos
Desde el río Amarillo y con el correr de los siglos este pequeño Imperio se fue extendiendo hacia el sur en dirección a las zonas más fértiles de los ríos AzuL y Rojo. Es el período de las grandes conquistas y de las hazañas militares, muy rico en héroes y hechos fabulosos.
Hacia el año —1.100 puede afamarse que ya casi todo el país se halló en poder de los invasores.
Y al mismo tiempo que la conquista, se fue extendiendo la civilización. La cultura se hizo más refinada y florecieron las artes y se per­feccionaron las industrias de la seda y la cerámica. Es la época de las fastuosas construcciones, de los palacios y torres de porcelana, pero es también la época de los reyes holgazanes y de la decadencia política.
Finalizada la conquista, el gobierno imperial se debilitó, al paso que creció el poder de los nobles y guerreros hasta llegar a fraccionarse el Imperio en más de 1.500 principados.

ÉPOCA CLÁSICA: Con la exageración del feudalismo, los señores llegaron a proclamarse reyes e iniciaron interminables guerras civiles en medio del mayor desorden. Finalmente, en el año —220, el principe Orin-Hoang-Ti, luego de exitosas campañas, logró centralizar todo el poder en sus manos y se proclamó emperador. Con él comenzó la dinastía Chin, que ha dado su nombre al país.
Este príncipe fue uno de los personajes más extraordinarios de la Historia universal y por sus obras políticas y militares mereció ser llamado el César chino. Con su reinado comenzó el apogeo del gran Imperio: reorganizó el gobierno aboliendo el feudalismo y dividió al país en 55 provincias; trazó numerosos caminos y combatió el re­gionalismo excesivo, trasladando poblaciones enteras; además, unificó la legislación y protegió el desarrollo de las ciencias y las artes. Entre sus obras gigantescas merece destacarse la construcción de la Gran Muralla, para defender al país contra los tártaros, y que constituye uno de los trabajos cumbres de la humanidad.
El apogeo logrado por Chin-Hoang-Ti continuó durante cuatro siglos, hasta el año 200 de nuestra Era y se la llama época clásica. El Imperio adquirió su completo desarrollo: se redondearon las fronteras y sus límites se extendieron desde el Pacífico hasta el Turkestán. Se estable­cieron además los primeros contactos con Occidente, en época del em­perador Trajano, pasando por Mesopotamia y Siria, a través de lo que luego se llamó el "camino de la seda". Fue en realidad la edad de oro de China.
Decadencia
Los hunos, pueblo amarillo, que dio tanto trabajo a Europa, fueron también de fatales consecuencias para sus hermanos de raza. En efecto, hacia el año 280, atravesando la Gran Muralla se lanzaron a la conquista de China, y adueñándose del norte del país establecieron la capital en Nankín.
Con ellos comienzan los siglos de decadencia: eternas guerras del norte contra el sur y continuas divisiones y reunificaciones del país.
Hacia el año 1200, los mongoles de Gengis-Kan lograron establecer su dominio. Siglos después fueron desalojados por los manchúes, quie­nes lograron conservar el poder hasta el año 1912, en que una revo­lución nacionalista transformó a China en República.

III.  La Cultura



No en vano los chinos se han considerado siempre como la nación más culta del mundo. Su inalterable régimen social, así como su ciencia y arte, se remontan a los primeros tiempos de su historia. Y además, estos elementos, junto con su pensamiento filosófico, constituyen aún hoy día la base de la cultura de numerosos pueblos del Oriente.
Organización Social.
En China ha imperado siempre un fuerte régimen patriarcal. No se concibe al individuo solo sin familiares y sin antepasados a quienes se está ligado. Toda la existencia de la persona gira alrededor de sus obligaciones sociales.
El padre de familia es todopoderoso. Su mujer y sus hijos le están totalmente sometidos, teniendo sobre ellos plenos derechos, incluso el de venderlos como esclavos.
Del mismo modo, se considera que la nación constituye una ver­dadera familia, de la que el emperador es el padre. Por eso el régimen político chino es absolutista y despótico. Además, como se lo considera "Hijo del Cielo", su persona es sagrada.
En la administración del vasto Imperio, los emperadores solían ayu­darse de una casta de nobles llamados mandarines. Como a causa de las enormes distancias se dejaba gran autonomía a las regiones y ci
u­dades, en la práctica, eran estos poderosos dignatarios los que gober­naban el país.
Un lugar destacadísimo en la vida pública china lo ocupaban los letrados, funcionarios muy influyentes, al estilo de los escribas de Egipto. Nacía su importancia en la dificultad de la escritura, que no podía ser conocida sino por especialistas.
Finalmente se hallaba la plebe, que constituía la gran masa de la población. De costumbres muy frugales y dotados de infinita paciencia, dividían su vida entre el culto de sus antepasados y sus trabajos: la agricultura, la artesanía o el comercio.

RELIGIÓN: Nunca se ha dado en la historia un pueblo tan supersticioso y al mismo tiempo tan escéptico; ni dotado de tanta piedad y al mismo tiempo tan racionalista, como el pueblo chino.
En sus orígenes fueron monoteístas, organizando su culto sobre la base de la reverencia a la memoria de sus antepasados. Más tarde, cuando se establecieron en la desembocadura de los grandes ríos, ado­raron ídolos y espíritus encarnados en dragones y serpientes.
Precisamente para combatir estas supersticiones aparecieron los dos personajes más importantes de China y cuya influencia fue decisiva en la vida espiritual del país: Lao-Tsé y Confucio.
• Lao-Tsé. Este personaje, cuyo nombre significa Viejo maestro, fue el fundador del Taoísmo, religión de una importante minoría china.
Aun cuando se duda de su existencia, las crónicas dicen que nació hacia el año 600, y que dedicó toda su vida al estudio. Antes de desa­parecer de la tierra escribió un pequeño libro, el Tao, en el que con­densó todo su pensamiento.
Enamorado de la tranquilidad y de la naturaleza, el Viejo Maestro creyó lograr la perfección humana obrando de acuerdo con un ele­mento eterno, el Tao, principio y fin de todas las cosas. El Tao —que podría significar el "camino"— nos conduce a la máxima sabi­duría: una vida simple y tranquila, sin deseos materiales, y totalmente dedicada a la contemplación de la naturaleza y al cultivo de plantas y cría de animales.
Estas ideas, en realidad, no constituyen una religión, sino una filosofía naturalista, basada en un conjunto de reglas morales de buena y sabia conducta.
 Confucio. Fue sin duda el filósofo más influyente de la antigüe­dad, y su pensamiento aún hoy constituye la base del sistema moral de millones de hombres.
Nacido de noble familia en el año 550, Confucio fue en su juven­tud maestro y funcionario público, dedicándose hacia el final de su vida a viajar rodeado de discípulos. De las conversaciones mantenidas resultaron los cinco Libros Sagrados, los Kings, en los que están ex­puestas las ideas del Maestro.
 Confucio se declara partidario del monoteísmo, aunque sin darle mayor importancia. Su sistema, igual que el de Lao-Tsé, no es preci­samente una religión, sino un código de moral natural. Pero a diferencia del fundador del Taoísmo, que predicaba la meditación, Confucio es el predicador de la acción.
Afirma que la perfección humana puede lograrse mediante la buena conducta para con el prójimo, basando su sistema en las siguientes prácticas primordiales:
a)  Piedad filial y respeto a los antepasados, fundamento de toda su doctrina.
b)  Cumplimiento de los ritos sociales y de las normas de buena edu­cación.
c)   Práctica de las virtudes indispensables: bondad, rectitud y pureza de corazón.
El éxito de Confucio fue completo. Ya durante su vida fue consi­derado como el más grande de los chinos, y después de su muerte se le tributaron honores casi divinos. Su pensamiento, comentado y am­pliado por Mencio, su nieto y continuador, fue aceptado como religión oficial, aun cuando Confucio no ha sido ni un creador ni un innovador: sólo fue el organizador, el intérprete de los principios morales ya conocidos por el pueblo chino desde tiempos inmemoriales.
Tanto el Taoísmo como el Confucianismo debieron luchar con una nueva religión que fue ganando rápido ascendiente entre el pueblo:el Budismo, importado de la India hacia el año — 200. Hoy las tres religiones se reparten la raza amarilla. Con todo, conviene hacer notar que el sentido práctico de los chinos los lleva muchas veces a profesar una extraña mezcla de los tres cultos.

EL ARTE: Su innato amor a la belleza ha hecho de los chinos grandes cul­tores del arte, aunque lamentablemente, por su exagerado respeto a las tradiciones, sus gustos y estilos artísticos han permanecido casi invariables a través de los siglos.
 La arquitectura muestra en todas las épocas, incluso en las ac­tuales, sus idénticos modelos, lo que la hace inferior a la de sus vecinos los hindúes. Con todo, poseemos innumerables ejemplos de magníficos monumentos y palacios, entre los que cabe señalar:
Los Palacios Imperiales de Pekín, imponentes edificios que constitu­yen en conjunto la llamada "ciudad prohibida". Son en general cons­trucciones de un solo piso, de más gracia que solidez, con sus típicos techos curvos de tejas amarillas, y aleros de líneas arqueadas. Están además rodeados del más maravilloso conjunto de parques y jardines, en los que resalta el gusto más refinado.
El Palacio del Cielo, magnífica serie de terrazas de mármol, en las que el emperador festejaba solemnemente el Año Nuevo.
Las pagodas o templos son, por lo general, graciosas torres octo­gonales de ladrillo. Entre ellas, merecen especial mención la Pagoda de Jaspe, de Pekín, así como la famosa Torre de Porcelana, de Nankín, destruida por un rayo, hace poco tiempo.
Además, por lo que respecta a sus colosales proporciones, China posee dos obras dignas de figurar entre las "maravillas del mundo":
La Gran Muralla, de 2.500 kilómetros de largo, por 6 metros de alto y 4 de ancho, debida al trabajo de millones de hombres y destinada a impedir el avance de los mongoles.
El Canal Imperial, de más de 1.500 kilómetros y que une los ríos Azul, Amarillo y Blanco a través de desiertos y montañas. .
La escultura no logró un completo desarrollo, ya que los chinos eran poco afectos a representar el cuerpo humano; de ahí que pre­valecen las figuras de animales —especialmente dragones— esculpidos de maneras similares.
Con todo, justo es reconocer que fueron verdaderos maestros de la miniatura. Así, sus estatuirás y sus marfiles son de una perfección ini­gualada, y junto con sus trabajos de esmalte y de orfebrería gozan de una fama única en el mundo.
La artesanía china es la más notable de toda la antigüedad. Entre todas sus industrias, sobresale la del tejido, y principalmente de seda. Dos mil años antes de Cristo, cuando aún la mayoría de las actuales grandes naciones no habían salido de la etapa de la pesca y de la caza, ya los telares chinos producían sus famosas telas de algodón, y eran insuperables fabricantes de las finísimas sedas de las que hicieron como el símbolo de su Imperio.
Pero la artesanía más típicamente china, y en la que han logrado un grado de perfección con el que ningún país del mundo puedecompetir, fue la industria de la cerámica, y en especial de la porcelana. Esta última constituye la cumbre y como las características de la civi­lización china, habiendo producido verdaderas joyas de inimitable perfección.
Literatura.
Los chinos son los hombres de la antigüedad que más han escrito. Aparte de los libros sagrados, han llegado hasta nosotros una in­finidad de las más diversas obras, en la mayaría de las cuales cam­pean admirables rasgos de insuperable poesía y extrema delicadeza de sentimientos, lodos sus poemas, novelas o comedias, son, al mismo tiempo, vivos retratos de la inmutable vida china, por la descripción de sus costumbres domésticas, su ritual de cortesía, su rallo a la auto­ridad paterna, el respeto a los ancianos y letrados y el terror a los bandidos del norte...
Lamentablemente, la dificultad de su escritura, la más compleja del mundo, ha impedido que este enorme caudal de ciencia y arte fuera más conocido.
En efecto, consta de una enorme cantidad de signos —más de 60.000—, cada uno de los cuales expresa una idea de sentido variable, de acuerdo al lugar que ocupa en la frase. Por ello, la escritura es patrimonio exclusivo de los letrados.



CIENCIAS : La gran capacidad de trabajo así como la tenacidad de sus habi­tantes, hizo de China un país muy propicio al desarrollo de las ciencias y posibilitó que en ella se realizaran grandes y maravillosos inventos.
Una de sus más grandes contribuciones a la cultura y que consti­tuye su mayor timbre de gloria, fue la invención de la imprenta. Un siglo antes de Cristo inventaron el papel y la tinta. Posteriormente, valiéndose de planchas de madera grabada, o bien de tipos sueltos de bronce, imprimieron grabados, naipes y libros.
Igualmente, mil años antes de Cristo, inventaron la brújula, y hacia el año 900 conocieron 'el papel moneda, invención que comenzará a usarse en Europa en 1650.
Hacia el año 600 de nuestra era los chinos conocían la pólvora y la empleaban para sus fuegos artificiales; siete siglos más tarde llegará a Europa y se la destinará inmediatamente para la guerra.
En matemáticas descollaron sobre todo en geometría, llegando a descubrir y a fijar el valor del "número pi".
Igualmente, en astronomía descubrieron las leyes reguladoras de los eclipses, del movimiento de los astros y dividieron al año en 12 meses iguales, y al día en 12 horas.


fUENTE: Historia antigua y medieval

Ed.Stella, Bs.As., 1965







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