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26 de enero de 2012

Análisis del poema CASTILLA, de Manuel Machado


Análisis del poema CASTILLA, de Manuel Machado

En este poema, Manuel Machado se propone ensalzar la figura del héroe de Castilla ( el Cid Campeador) apoyándose en un episodio narrado por el poema del Cid.
La estructura de "Castilla" se organiza con tal propósito: el autor, narrador-observador, recrea líricamente ese episodio porque siente con intensidad la austera grandeza del personaje, cuyos rasgos más valiosos se perfilarán bien en el paisaje y en los hechos re­latados.
Sitúa pues, a Rodrigo, al comienzo y al final del poema en un ámbito abrasador, árido. Es el marco adecuado para mostrar su carácter, su recie­dumbre física y moral, su voluntad heroica; es también el ámbito desencade­nante de los hechos dramáticos. Sudorosos, exhaustos, los soldados se ven obligados a pedir alojamiento, pero ante el reclamo de la niña, el Cid ordena la retirada.
Hay dramaticidad, movimiento y elasticidad, emociones, contras­tes, en este segunda parte del poema, el decisivo,  en que el Cid se manifestará más humano. Y en seguida, implacablemente, Rodrigo Díaz de Vivar sigue cabalgando hacía la gloria, en medio de la estepa castellana. El título "Castilla" resume el sentido total de la poesía.
En el poema se narra un nuevo epi­sodio de la gesta de Rodrigo, un episodio de su destierro, que lo revela tam­bién en su dimensión humana. El rey ha prohibido a sus vasallos que den alojamiento al Cid, que lo auxilien en su marcha hacia tierras de moros. El contenido se desenvuelve a través de tres momentos importantes que apuntan hacia un mismo sentido: realzar la personalidad del héroe.
Primer momento: El poema comienza con una descripción  que des­taca la tremenda aridez de la meseta castellana y que crea el clima apropiado para la primera acción nuclear: el encuentro con el mesón cerrado y la deses­perada solicitud  de ayuda de los guerreros. El ambiente sofocante, agobiador, está sugerido a través de:
a.               Impresiones de luz: un sol ciegamente implacable, encandila y abrasa a los guerreros, reflejándose en las armaduras de hierro y, aumentando su poder luminoso y calórico al golpear el pecho acorazado de los fuertes soldados, al irisar las puntas de las lanzas. Los verbos subrayan e intensifican el efecto: estrella (choca e irradia su luz y su fuego), llaga (el resplandor quemante, hiere hasta el metal); flamea (imagen que muestra la culminación del efecto: la luz ardiente en movimiento, proyectándose, extendiéndose y cubriéndolo todo como el paño de una bandera desplegada y sacudida por el viento).
b.               Sensaciones internas: el cortejo del Cid sufre el terrible embate del ca­lor abrasador: sed, sudor, fatiga. La descripción, por una parte, de los personajes rudos, guerreros, agobiados por el cansancio, en la "terrible" estepa, y por la otra, de la figura del Cid, en un significativo contraste permiten que el  héroe parezca quedar inmune y que no lo alcanza la agobiante presión de la hora y del lugar. ¿Cómo logra el poeta producir esta impresión? Mediante un recurso sintáctico: la intercalación de una oración unimembre: -polvo, sudor, hierro-, entre las expresiones "los suyos", y "el Cid cabalga"; logra así aislar a éste de sus acompañantes:
Al destierro con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.

El encuentro con el mesón es una falsa esperanza y un índice más, que acre­cienta la angustia. La descripción es breve, pero intensa. Está cerrado a "pie­dra y lodo", es decir, tapiado. Y llegamos al núcleo, el desesperado intento de penetrar en él, de buscar un resguardo. Y un nuevo índice, al final de la 3ra. estrofa, condensa y expresa explícitamente lo que sugieren las estrofas anteriores:
Segundo paso. En este paso la acción nuclear concentra nuestra atención: es el pedido de la niña, que marca el momento de la mayor tensión dramática donde se yergue la figura del Campeador. El hombre ha pasado a ser, otra vez, el héroe, pero ahora, enriquecido.
 Los PERSONAJES. Son tres: el Cid, la escuadra y la niña. La figura del Cid está señalada sobriamente en tres trazos:
1, ... el Cid cabalga.
2, y una voz inflexible grita: ¡En marcha!
3, .. , el Cid cabalga.

A través de cada una de estas menciones se va destacando un rasgo de la personalidad del héroe:

1, el Cid, endurecido, insensible a la atmósfera.
 2, el Cid, enérgico, decidido y humano.
3, el Cid, implacable en la marcha hacia su destino.

En cambio, se describe minuciosamente la figura de la niña, sus gestos y sus reacciones, como también se detallan más los movimientos de la hueste y los efectos que sobre ella producen el ámbito, primero, y la implorante peti­ción de la niña, después. El yo lírico, pues, se vuelve más parco en las referencias al héroe, que ganan así, por contraste, intensidad, fuerza dramática.

El poeta cuenta el episodio en 3ª persona y en presente del Indicativo, es decir, que el tiempo de lo narrado coincide con el tiempo del narrador, con lo cual el episodio adquiere mayor dramaticidad. Pero como se trata de una narración lírica, la emoción del yo poético se proyecta, como hemos visto, en los modos de describir y en la técnica del relato.
Machado pretende exaltar al Cid como un ser humano, no sólo como un guerrero endurecido, y esto lo logra líricamente a través de la presentación de la atmósfera, de las figuras, de las acciones y reacciones de los personajes. Todo ello refleja una actitud afectiva, su simpatía y admiración por un héroe épico y humano a la vez.

El poema está construido en tres pasos básicos:
1-en el primero predomina la descripción
2-En el segundo predominan las acciones
3. El tercero culmina con una descripción.

El segundo paso es el más dilatado: catorce versos, porque es el que car­gará con la tensión del relato.
La distribución acompaña al esquema y refuerza así la estructura de la obra.
l.                                   Primer paso: tres unidades de versos endecasílabos, salvo el primero.
2.                                 Segundo paso: una unidad de catorce versos en la que se mez­clan endecasílabos y heptasílabos. El acento endecasílabo fluctúa  entre cuarta, octava y sexta sílaba.

3.                                 Tercer paso: cuatro unidades de versos endecasílabos (salvo el verso nº 29). El acento recae siempre  en a sexta sílaba.

En el último cuadro descriptivo, la figura del Cid surge fortalecida, después de la decisión tomada. Es el heroísmo del renunciamiento, de la compasión, del gesto humano y comprensivo. Nada ha cambiado: la estepa castellana le sigue ofreciendo aridez, desolación, fatigas. Pero el Cid y sus soldados parecen recobrar fuerzas y emprender otra vez el camino elegido.

La repetición de los versos iniciales tiene ese sentido: mostrar que las circunstan­cias no han variado; pero tampoco el ideal del héroe, hacia el cual marcha sin vacilaciones. Hay un diálogo aparente: la niña pide a la hueste; el Cid no contesta, directamente, ordena a los suyos. La niña habla, ruega. La respuesta no son palabras, que podrían traducir la confusa emoción de los duros gue­rreros. Por eso sólo se oye "un sollozo infantil". El Cid no le contesta. El Cid sólo ordena a los suyos.

Este recurso, diálogo aparente que realza de nuevo al héroe, lo separa de los demás y lo enfoca aisladamente, como un ser singular.

a.    Metáforas que realzan imaginativamente las notas del ambiente. Se refieren a los efectos de los rayos solares: se estrellan, llagan, golpean, flamean, como si fuera sucesivamente:
un objeto duro y quebradizo
un objeto quemante
una bandera de luz.
Resplandecen y arden así, las armas de los caballeros, gracias al len­guaje metafórico. El ardor del ambiente se concentra en un foco; un puñado de soldados que lo recoge y proyecta intensificándolo, como un espejo.
Las sucesivas metáforas acrecientan los efectos de la luz.

b.    Las oraciones unimembres y los giros intercalados destacan en apreta­da síntesis las trágicas consecuencias del lugar, de la hora, de la mar­cha sin tregua.
El ciego sol, la sed, la fatiga.
Polvo, sudor, hierro.

c.    La adjetivación. Es poco abundante pero significativa.
1) señala contrastes: terribles golpes, eco ronco, feroces guerreros frente a voz pura, niña muy débil, muy blanca, oro pálido del cabello; los guerre­ros enfrentados a la niña.
2,)caracteriza al ambiente: ciego, dura, te­rrible, insistiendo en las mismas notas.
d.   La sintaxis. En los encabalgamientos, las unidades sintácticas no coinci­den con las unidades rítmicas (los versos). Hay aquí varios ejemplos:
A los terribles golpes de eco ronco.
Hay una niña muy débil.
Es toda ojos azules.

El modificador o el núcleo no están en el mismo renglón. Aparece este procedimiento en el segundo paso, el que tiene más movimiento dramático. En los cuadros descriptivos, en cambio, hay una martillean­te repetición de los mismos recursos: igual acento, igual número de versos, unidades rítmicas que coinciden con unidades sintácticas, rei­teración de las mismas construcciones o funciones.
Tres verbos núcleos:El sol: se estrella; llaga; flamea.
Tres construcciones sustantivas: El ciego sol ; La sed ; La fatiga
Tres sustantivos: Polvo ; Sudor ; Hierro

Para finalizar, recordemos el marco histórico en el que se encuadra el poema:
Sancho, rey de Castilla, en tiempos del Cid, es asesinado. Nunca pudo saberse quién había ordenado su muerte. ¿Tuvieron algo que ver sus hermanos, doña Urraca y Alfonso, este último, ahora heredero del trono? Los nobles castellanos desconfían y antes de que Alfonso llegue al poder le exigen un juramento: que asegure su inocencia en el criminal atentado. Nadie se atreve a tomarle ese juramento. Sólo el Cid decide asumir la responsabilidad. El romancero cuenta el dramático episodio. Las crónicas, a su vez, comentan que el rey negó su participación y juró tres veces, pero las tres ... palideció, Sea por esta actitud de Rodrigo, sea por las murmuraciones envidiosas de la corte, que acusan al Cid de haberse quedado con parte de los tributos cobrados a los moros, Alfonso ordena el destierro del héroe. El Cid, vasallo leal, obedece. Y el destierro significa finalmente la marcha hacia la gloria. El Cid ofrece a su rey los sucesivos triunfos y logra para la Es­paña cristiana nuevos territorios y una ciudad: Valencia.

Breve biografía de Manuel Machado (1874-1947)
Nació en Sevilla. Era hermano de Antonio Machado, el gran lírico espa­ñol. Fue poeta, autor teatral y crítico. Son temas centrales de su obra, el amor, lo andaluz y lo histórico artístico. En su estilo predominan el toque pictórico y las impresiones sensoriales, elaboradas; la musicalidad y una cui­dada selección de vocablos.
Perteneció al movimiento modernista, aunque mantiene aún el énfasis del sentimiento que prevalecía en los románticos. Son muy conocidos sus sonetos inspirados en cuadros (Felipe IV, Un hidalgo), y las poesías con el tema de Andalucía, a veces superficiales. En colaboración con su hermano escribió obras dramáticas (La Lola se va a los puertos).

     
      El ciego sol se estrella
      en las duras aristas de las armas,
      llaga de luz los petos y espaldares
      y flamea en las puntas de las lanzas.

      El ciego sol, la sed y la fatiga.
      Por la terrible estepa castellana,
      al destierro, con doce de los suyos,
      -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.

      Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
      Nadie responde. Al pomo de la espada
      y al cuento de las picas, el postigo
      va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!

      A los terribles golpes,
      de eco ronco, una voz pura, de plata
      y de cristal responde... Hay un niña
      muy débil y muy blanca,
      en el umbral. Es toda
      ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
      Oro pálido nimba
      su carita curiosa y asustada.

       “¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,
      arruinará la casa
      y sembrará de sal el pobre campo
      que mi padre trabaja...
      Idos. El Cielo os colme de venturas...
      En nuestro mal ¡oh Cid! No ganáis nada.”

      Calla la niña y llora sin gemido...
      Un sollozo infantil cruza la escuadra
      de feroces guerreros,
      y una voz inflexible grita: “¡En marcha!”

      El ciego sol, la sed y la fatiga.
      Por la terrible estepa castellana,
      al destierro, con doce de los suyos
      -polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.



 Castilla
MANUEL MACHADO




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